martes, 29 de octubre de 2013

EL DESAFIO DE ENSEÑAR A LEER Y ESCRIBIR.



La lectura es el aprendizaje más importante que proporciona la escuela y el acceso al
sistema de representación implica el desarrollo de capacidades cognitivas superiores. La lectura se convierte en un aprendizaje trascendental para el crecimiento intelectual de la persona. Aspectos como el éxito o el fracaso escolar, la preparación técnica para acceder al mundo del trabajo, el grado de autonomía y desarrollo personal social se relacionan directamente con las capacidades de la lectura y la escritura.
Al aprender a leer y al aprender a escribir los niños aprenden también a usar el
lenguaje escrito en su calidad de herramienta de comunicación entre las personas y entre las culturas,  aprenden a orientar el pensamiento, a dominar las habilidades expresivas y comprensivas que hacen posible el intercambio escrito con los demás y a ir construyendo en ese proceso un conocimiento compartido del mundo.
El aprendizaje de la lengua escrita comienza cuando el niño descubre el valor de la
lectura y de la escritura. Es a través de su intervención como el docente podrá conjugar la sistematización de la enseñanza con el placer de leer y escribir. Como plantea Agustín Ferreiro es necesario que la escuela engendre el amor a la lectura. Cuando lean por su propia voluntad sin que nadie los obligue, sólo por el placer que sienten en ello, la escuela habrá cumplido fundamentalmente su misión.
El atractivo que el niño sienta por la tarea de leer y de escribir estará en relación
directa con la satisfacción que esa acción le produzca. Y en esa atraccion desempeña un rol fundamental la intervención de todos los maestros y en particular de los del primer ciclo escolar. Un niño que percibe que no es capaz de leer y de escribir se siente fracasado y esta sensación de fracaso actúa como un obstáculo para poder aprender. Necesita disfrutar,sentirse querido, progresar, sentir que los demás confían en su posibilidad de aprender. Es pues necesario pensar la relación pedagógica construyendo sentidos en los encuentros entre el educador y sus alumnos, entre los niños y con las familias; entre las intenciones de enseñar y de aprender, tejiendo entre todos la red vincular que habilita espacios donde lo cognitivo y lo afectivo se complementan y se potencian.
Los docentes deben propiciar un encuentro adecuado entre los niños y los textos. Si
algunos de sus alumnos llegasen a ser escritores gracias a la intervención escolar, la misión estará cumplida con creces. Pero, si esto no sucediera es deber ineludible de la escuela que todos los alumnos que salgan de sus aulas  sean personas que escriben lo que equivale a decir que puedan valerse de la escritura cuando lo necesiten y lo hagan con adecuación, comodidad y autonomía.

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